El ladrón de libros leía mucho desde que era pequeñito, y tan solo hace unos años había comenzado a escribir en un blog de lectura, y estaba bastante contento con su vida. Se pasaba horas y horas leyendo, y últimamente también escribiendo.
El robador de corazones se aburría. Era mu' feo, pero había perdido la virginidad a los doce años, y en un principio robar corazones le había parecido algo divertidísimo. Pero pronto se dio cuenta de que, en el fondo, era una maldición. Robar corazones le era muy fácil, pero devolverlos, no tanto, y encima a sus víctimas no les hacía gracia haberse enamorado.
Además, era demasiado fácil. La transformación de una chica a una zombie enamorada fue divertida al principio, pero tras tantas conquistas, le empezó a dar un poco de miedo. Hubo una época en la que intentó conquistar sin utilizar su peculiar habilidad, pero como nunca había tenido mucha paciencia, ante el primer obstáculo volvía a lo de siempre.
Y, un día, ambos perdieron su poder. Al ladrón de libros le dio igual, porque pasó a ir a la biblioteca y a piratear libros. Pero al robador de corazones le sentó como un vino rasputínico. El ladrón de libros siguió leyendo, y el robador de corazones no siguió enamorando.
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Sé cordinal, sé respetuoso.