Respecto del respeto:
Con demasiada frecuencia me encuentro con un furor igualitario que exclama "Todo el mundo se merece el mismo respeto" o "cualquier opinión o idea es válida y todas deberían ser respetadas por igual".
Y yo discrepo. En el plano de las ideas, no respeto la visión de S. Agustín de que la razón está subordinada a la fe en la misma medida que la visión del Dalai Lama, que afirma: "Si la ciencia demuestra que una creencia budista es errónea, el budismo deberá cambiar". En el plano de las novelas, no respeto En los antípodas del día en la misma medida que Niebla. En el plano de las revistas, no respeto a ¡Hola! en la misma medida que The Economist. En el plano de las personas, podría respetar más a mi padre y a mi madre que a cualquier otra persona.
Observo que asigno y asignamos diferentes niveles de respeto a diferentes personas, cosas, ideas, etc. y que además, sería una barbaridad forzar a igualar en respeto a todos los miembros de una categoría. Pero, por otro lado, también sería absurdo universalizar mis criterios de respeto, que pueden estar definidos por algo tan relativo como mis gustos, como podemos ver en el caso de The Economist y ¡Hola!
Así, el problema del respeto me preocupa, y tras mucho pensar, la solución más sensata que he podido encontrar es la teoría de mínimos:
Considero justo ser libres de asignar cualquier nivel de respeto que deseemos a cualquier ser, siempre que este nivel sea mayor o igual que un nivel mínimo, que debería ser rigurosamente definido por ley en cuanto a actos, no en cuanto a pensamientos ni intenciones. Por tanto, en vez de afirmar que todos merecemos el mismo respeto, considero más cabal afirmar que todos somos dignos de recibir el mismo respeto mínimo, que puede aumentar en función de nuestras acciones.
Ahora bien, nuestro país no es homogéneo, y una subsociedad puede determinar su propio mínimo de respeto, poniendo como condición para la pertenencia al grupo la transigencia con estos niveles.
Muchas ideas interesantes son meras chuches
Sweet ideas are but a dream
Who am I to remember this?
I searched the skies, met the demiurge
Everybody is looking for something:
some of them want to teach you,
some of them want to be taught by you
some of them want to hear you
some of them want to be heard by you
Muchas ideas interesantes son meras chuches para una mente despierta: saben bien y son satisfactorias pero nada más. Que algo sea interesante no implica que sea profundo, no implica que sea importante, ni mucho menos útil.
Pero además, debido a nuestra extraña mente, lo profundo, importante, útil o profundo tampoco coincide siempre con lo que nos interesa, pudiendo lo interesante distraernos de lo importante, pero no viceversa. Desde esta perspectiva, lo interesante se aproxima más a una droga que a una chuche, y mi experiencia personal confirma que las ideas interesantes pueden producir adicción.
La conclusión es clara, debería abortar mi búsqueda de lo interesante para buscarme mejor una novia, como hacen las personas de mi edad normales, y debería probar también drogas reales en vez de sucedáneos intelectuales.
O, podríamos, siendo conscientes de las limitaciones de lo interesante, mantenerlo. En primer lugar, como fuente de motivación personal y para otros, y en segundo lugar como herramienta para influir en el mundo. Si bien, como hemos señalado, el solapamiento entre lo interesante y lo importante, profundo, etc. no es total, hipotetizo que una idea pertenece a ambos grupos con gran frecuencia, siendo así eficaz y estimulante buscar lo importante a través de lo interesante.
Un posible problema podría ser la escasez en este mísero malvado mundo mío de ideas interesantes y la inherente dificultad de buscarlas y producirlas. Aún así, perseveraremos, porque pensamos que merece la pena y porque nos estimula, aunque siempre recordando que lo interesante en sí mismo es una mera chuchería.