El arquetipo de héroe moderno es Superman, cuyos actos se rigen por una ética de rasgos kantianos, en la que la vida humana es un valor máximo y matar a alguien jamás es aceptable. Lo mismo ocurre con superhéroes como Spiderman, en cuyas historias lo más parecido a un héroe utilitarista es un villano. Por convención narrativa, nuestros superhéroes, en escenas como esta, jamás pueden dejar morir a nadie, y si Peter Parker tiene que decidir entre salvar a su novia y salvar a un bus lleno de niños inocentes, termina salvando a ambos.
Ahora bien, si tuviésemos un guionista con las gónadas de subvertir las espectaciones del género y crear un villano suficientemente competente como para forzar una verdadera disyuntiva, cuando nuestro protagonista salvase el bus y dejase morir a su novia, perdería parte de su lustre, ya no sería tan admirado: ya no sería un héroe.
¿Por qué? Porque ha hecho un cálculo utilitarista, existe la dañina percepción de que el cálculo es frío y vacío, como carente de humanidad. Una historia de cálculo utilitario no es dramática, incluso aunque dé lugar a un mundo mejor, como muestra el siguiente cómic de SMBC:
Igualmente, Batman tiene como regla no matar, pero, ¿cuántas ficticias vidas se salvarían si degollase al Joker? Incontables. Pero desafortunadamente, Batman no hace ese cálculo y, ya en la vida real, la gente intuye que si tienes a un familiar muriéndose de cáncer quedarse sosteniéndole la mano es más humano que informarse sobre los mejores tratamientos o sobre qué muerte es más clemente y menos dolorosa.
Así, en conclusión, el utilitarismo tiene argumentos a favor y argumentos en contra, pero descartarlo a priori por no ser narrativamente heroico y por ser prosaico antes de considerar ambas perspectivas es como descalificar a un superhéroe por no llevar capa: absurdo.
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