Mates politizadas:
En la biblioteca del CERN, un libro me llamó la atención: Mathematicians under the nazis, y me leí el prólogo. Pobre de mí, se me cayó un mito; el libro expone con mimo y detalle cómo las matemáticas y los matemáticos también contribuyeron de forma política a la maquinaria nazi a pesar de ser la disciplina más pura, la más alejada del mundo, la más abstracta
Español C3
La "sutilísima diferencia" entre las palabras loncha, lámina, raja, rodaja y rebanada (y roncha y lonja) se debería escapar a los extranjeros, en especial a los ingleses, que sólo tienen slice y rasher
En sintagmas como "La generalidad de las personas" o "El capullo de Losada", el núcleo sintáctico complementa semánticamente a un subordinado sintáctico.
En oraciones como "Los maté a todos" o "Estas palabras las podría pronunciar un tonto", el complemento directo se repite.
A pesar de que la palabra pelandusca no es de uso corriente, su significado se intuye perfectamente.
Directos a la sustancia, directos a la burocracia
Para llegar a cualquier meta, por ejemplo aprender matemáticas, debo realizar una serie de actividades. De entre ellas algunas contribuyen directamente al objetivo final, como leer libros de texto o resolver adivinanzas guarismáticas. Pero otras contribuyen tan solo de forma tangencial, por ejemplo la Selectividad: tuve que estudiar Tecnología Industrial y memorizar factoides irrelevantes para conseguir una nota, para poder después estudiar matemáticas. Esto en sí mismo no me enseñó nada matemático, es más, me quitó tiempo. Ahora bien, rodeos burocráticos como estos, sin ser necesarios, no son opcionales; podrían no ser pero para mi siempre son.
Con esta diferencia en mente, resulta trivial explicar mis diferentes niveles de entusiasmo con respecto a actividades que me acercan a un mismo objetivo. Por un lado, el cero se corresponde con lo burocrático, con lo ineficiente y contingente que se enmascara como imprescindible. Y por otro lado, siento más entusiasmo al entender teoremas y desarrollar intuiciones matemáticas: lo sustancial, el trabajo ineludible que siempre tendría que poner.
Y me resulta curioso que en algunas ocasiones los procedimientos burocrático-accidentales tengan más impacto en la calidad de mi aprendizaje que las actividades necesarias. Así, reflexionando, he desarrollado cierto resentimiento hacia esa paja contingente, y me enfrento a ella con desgana, lo cual da lugar a resultados no óptimos. Por eso, necesito una forma de regresar a mi ingenuidad de hace cinco o seis años, cuando me esforzaba mucho en todo.
La solución es obvia: olvidar esta reflexión y fijarme en el objetivo final, cual mula. No obstante, por mucho que lo intento, no consigo quitarme la sensación de que, cual actriz de El último Don, me permito ser estuprado para conseguir un trabajo en el que las habilidades que adquiero al transigir no me servirán para nada.
Cortocircuitar chácharas
Algunas veces no es optativo participar en una conversación puramente social (en su sentido más despectivo). En estos casos, encuentro que aumentar el número de estímulos que recibo puede cortocircuitar mi mente lo suficiente como para poder parecer estar interesado en la conversación.
Para ello, me pongo un auricular con música familiar en una oreja mientras con la otra pienso en alguna idea interesante que tenía ya preparada para emergencias. Con lo que me queda, escucho, asiento y pregunto estratégicamente, sin esperar demasiado de la conversación, porque no da.
Un eje genial
Un amigo me enseñó el eje malo-bueno, legal-caótico, que permite definir eficazmente a muchos personajes y dentro del cual quiero pensar que pertenezco al cuadrante (bueno, caótico). He añadido ejemplos a la página web de Wikipedia, a la que os recomiendo que echéis un vistazo.
La idealización requiere de rasgos puros, y por tanto demole la complejidad humana; en los sonetos de Garcilaso no queda rastro de Isabel Freyre; la visión del amor de Baroja cada vez me seduce más.
De turismo de piedra por Budapest, cuando estaba tomándome un momento para descansar contemplando un paisaje no especialmente bonito un amigo pasa grabando con una cámara de mano, lo cual da comienzo a un honesto intercambio de opiniones.
Mi posición era y es que el mero acto de capturar un momento lo altera. No me estoy refiriendo a las mierdas físicas del principio de incertidumbre (todavía no he caído tan bajo como para que tener que recurrir a la física cuántica para justificar un argumento filosófico), sino a esa sonrisa forzada que se pone en las fotos cuando realmente estabas un poco alicaído y lo que querías era un abrazo o incluso estar solo. Ya lo decía Ortega: vive una vida auténtica, y la grabación te quita el gozo de no sonreir.
La posición de mi amigo era que la foto y el vídeo son necesarios para recordar, pues una vez no capturó nada y de nada se acuerda. Como su punto medio aristotélico era mi extremo, intenté enfatizar en qué medida la grabación altera lo grabado poniendo el ejemplo de un abrazo con una chica que le gustase. ¿Por qué no grabaría eso?
En vez de reflexionar acerca del principio general común a ambas situaciones: grabar cambia el momento e impide el Carpe Diem, mi ahora adversario decide hacer énfasis en una diferencia: la intimidad y chilla "¡falsa analogía!". Por supuesto, como el propósito de un argumento en contra es someter a nuestras creencias, opiniones e intuiciones a presión, es mucho más fácil atacar la analogía que arriesgarnos a tomarla en serio.
Por eso, considero que es importante clarificar qué es una falsa analogía y qué no lo es.Lo es comparar a Ángela Merkel con Hitler, porque entender a uno no nos revela mucho sobre el otro. Por otro lado, una analogía permisible es comparar un curso educativo con un maratón; la recta final.
De esta forma, una falsa analogía no solo requiere de diferencias notables entre las dos situaciones sino que también es necesario que no se pueda aprender nada de un caso en función del otro. Realmente, la gente utiliza el grito de "falsa analogía" como una tarjeta de "quedas libre de la cárcel", pues la refutación de esa acusación requeriría demasiado tiempo para una discusión informal o incluso para un debate político. Por eso lo dejé pasar, ciertamente una pena.
De esta forma, una falsa analogía no solo requiere de diferencias notables entre las dos situaciones sino que también es necesario que no se pueda aprender nada de un caso en función del otro. Realmente, la gente utiliza el grito de "falsa analogía" como una tarjeta de "quedas libre de la cárcel", pues la refutación de esa acusación requeriría demasiado tiempo para una discusión informal o incluso para un debate político. Por eso lo dejé pasar, ciertamente una pena.
Más adelante intenté introducir el concepto de petición de principio y se me deleitó con un "Es mi opinión y merece respeto" (en re menor) y un "no metas tu maquinaria pedante" (alegro non troppo). Entonces, me exasperé, mugí y paré.
Pero ahora que estoy más calmado, haremos como Jack el destripador: ir por partes. Con respecto a "es mi opinión y merece respeto", un creacionista defensor del diseño inteligente podría pronunciar estas mismas palabras, y recibiría la cantidad de respeto ínfima con la que cualquiera que se tenga que respaldar en un "es mi opinión" se deberá contentar. Y en cuanto a descalificar una tesis por la ridícula razón de ser elaborada, parece adecuado recordar las palabras del discurso de dimisión de Adolfo Suárez acerca de la "inútil descalificación global".
Si tuviera que contraargumentarme a mi mismo, diría que el hacerse fotos es una actividad social en sí misma, que falsear una experiencia es un juego que genera complicidad. Y además, la corrupción que recrimino es similar a mi propia actitud, en la medida en la que cuando voy viviendo, me voy preguntando ¿qué podría escribir sobre esto?
Es mejor quemar libros
Un compañero mío colecciona edicciones de El principito de Antoine de Saint-Exupery en diferentes idiomas. ¡Sacrilegio! No los va a abrir, no los va a leer, solo van a ocupar un estante; actuarán como objetos decorativos. Al menos quemar libros reconoce su poder.
Gracias Nuño por crear la imagen más chula que he visto en mucho tiempo.
De nada, de nada.
Los selfies son una actividad muy valorada de la cual tanto el tonto como el listo, el rico como el pobre, el chico como la chica, en definitiva, todos, obtienen un mismo subidón para su ego, un mismo gozo en su autocontemplación. Este es independiente de cualquier noción de calidad, el selfie siempre será satisfactorio.
Ciertamente, en ningún momento se busca la belleza; en la mente del pueblo no existe la diferencia entre lo bonito y lo bello. Por eso, no es infrecuente ver poses ridículas, patéticas, pero por otra parte sin un ápice de originalidad. El selfie tampoco es una foto para recordar lugares y momentos: en la sala del David de Miguel Ángel la experiencia de los visitantes era la foto en sí, no el gozo estético. Es más, todos menos los niños y una familia de indios daban menos de dos vueltas a la escultura y venga a otra cosa. La foto podía ser antes o después, normalmente antes, y tapar parte del David era casi obligatorio. Uno pensaría que se trata de algún ritual religioso por la devota exactitud con la que el proceso se repetía, casi coreográficamente.
Ahora recordamos la tesis de Ortega de que el pueblo carece de la capacidad para experimentar gozo artístico. Pero a la masa le dolería admitir esto, y el selfie es un excelente método para evitar enfrentarse a esta hiriente realidad; todos se sienten bien al hacerse un selfie con el David, o con cualquier otra obra, y reducir la contemplación a un mínimo. Si no tuvieran cámaras, tal vez tendrían que utilizar sus propios ojos, y no sabrían qué hacer. Pero me engaño, siempre quedaría comprar alguna baratija en la tienda del museo. En definitiva, el selfie es igual de basto para todo el mundo, y además resulta un eficaz engaño que le oculta al pueblo sus carencias.