Hoy ha sido el chupinazo. Así comienzan los San Fermines, la fiesta grande de Pamplona. La capital navarra se vuelca, y todo en esta semana son fiestas, pero también reivindicaciones y protestas. Protestas contra la violencia machista, en repulsa a la violación múltiple ocurrida hace un año. Protestas contra la decisión de la Fiscalía de pedir 50 años de prisión a los agresores de dos guardias civiles en un bar en Alsasua. Hoy, en Irlanda, nadie quiere oír hablar de terrorismo. Nadie quiere recordar esa palabra. Nadie quiere volver a esos años. Aquí, sin embargo, en vez de echar agua a la llama se le echa gasolina. Se mantiene vivo el recuerdo del terrorismo. Por respeto, dicen. Por honor a la verdad. O por la utilización del dolor de las víctimas como arma política, tal vez. Pero eso no es discurso de odio. Asociarlo todo con la ETA no es discurso del odio, desde tuits a partidos políticos. Supongo que cuando se oponen a abrir las fosas comunes no es por respeto ni por honor a la verdad. Supongo que cuando está prohibido investigar los crímenes del franquismo, cuando es una jueza argentina la que ordena exhumar una fosa, y cuando se realiza con fondos de una asociación noruega, porque el Estado español simplemente pretende forzar al olvido los desaparecidos en España, también hay que creerse al Rey diciendo que la justicia es igual para todos. Recordemos que piden para ellos 50 años. Medio siglo. Si entrasen ahora en prisión, y cumpliesen los 50 años de cárcel, todos ellos saldrían después de haber cumplido la edad de jubilación. Cuando la justicia es un arma política que sangra especialmente a unos ignorando a otros, uno se pregunta en qué año está. Pero claro, es que nadie se espera a la Inquisición Española.
Todavía no sabemos dónde está García Lorca, pero sí sabemos que la Fiscalía no está en este siglo.
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