Canción:
El novio de la muerte – Banda del 2º Tercio de la Legión
Española
Como Nuño ha decidido que mi sección del blog, a parte de trivialidades genéricas de tanto en cuanto interesantes, también ha de versar sobre cuestiones eróticas, habrá que sacrificarse por el bien del blog y respetar la línea editorial. Hablemos hoy pues de erotismo y atracción.
La primera vez que escuché El novio de la muerte me parecía una canción sin ningún sentido. Nunca se ha ganado una guerra porque se muriesen los tuyos, sino porque se muriesen los del otro. Y, sin embargo, tantos años después, encuentro con mayor facilidad la atractiva mística de la muerte, esa entrega que uno siente a veces por dejarse llevar. La muerte a veces resulta hermosa y peligrosamente bella. Siempre he pensado que dejarse morir es como sacar tu empresa a bolsa cuando las cosas te van mal. Tu preocupación desaparece, pero a cambio coges esta preocupación, la divides en pequeños trocitos y la repartes por el mundo. Tú estás en paz, pero ahora hay una madre sin un hijo, una mujer viuda y unos hijos huérfanos, si es que existen y viven cualquiera de estas cosas. Resulta que la canción es una historia real, la de Baltasar Queija Vega, al que le informaron que su novia había muerto por enfermedad, y quiso que se lo llevaran por delante para reunirse con ella. Tampoco es que la exaltación de este tipo de símbolos me haga especial ilusión, pero creo que años después entiendo mejor de lo que habla.
Los anarquistas encontraban en la muerte la libertad, una liberación definitiva, decía un poema carcelario de un anarquista:
¡Madre, por qué entre tus brazos
no me ahogaste al nacer?
¿por qué me hiciste crecer
y no me hiciste morir?
Tú debiste consentir
trocarte en mi infanticida
pues me hubieras dado vida
no dejándome vivir.
Pensando en el legionario, a veces me pregunto si no es la muerte la que resulta más atractiva que la amada.
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