Leyendas y anécdotas del viejo Madrid

Con Madrid omnipresente, este libro nos presenta una colección de breves historias, rumores, chismes y anécdotas, que tienen como nexo una misma ciudad. Ahora bien, aunque las historias contienen referencias continuas a calles y plazas, el lugar en el que acontecen es meramente circunstancial, y Madrid funciona como una excusa para contar historias, al igual que Sherezade en Las mil y una noches, siendo ambos marcos tanto eficaces como elegantes.

Uno de los vicios del autor es el exceso de preguntas retóricas, exclamaciones, interpelaciones al lector y puntos suspensivos, con los que pretende (y no consigue) dar una sensación de misterio o suspense, por ejemplo, escribiendo "¿Sería una premonición?".  No obstante, entre tanta interpelación también encontramos pequeñas joyas lingüísticas, que tengo intención de utilizar en un futuro. De entre ellas destacan tres, que son romanamente estupendas:
"Todavía, cuando llega la noche, se ofrece barato el placer carnal y se trapisondea con el «porro»" 
"Tiendas de señoras, venidas a menos, donde las dependientas, en la sonrisa de acogida, esconden el aburrimiento de sus vidas" 
"un lamento de gozo compartido"
Como vemos, al contrario que Valle-Inclán, que hace suyo el lenguaje popular y lo incorpora a sus obras, nuestro autor contempla lo que describe desde una perspectiva distante, formal y constante, lo cual le lleva a no poder capturar el ambiente de Madrid. No es ese su objetivo, pero aún así resulta interesante observar cierta disonancia entre forma y fondo.


Por otro lado, también se recogen poemas populares, tanto de la historia de España en general como de Madrid en particular. De entre ellos, los más populares y conocidos son:
De Italia mi ventura,
desde España, mi natura,
hasta Flandes, mi sepultura
y
Los faroles de Palacio
ya no quieren alumbrar
porque se ha muerto Mercedes
y luto quieren guardar.
¿Dónde vas Alfonso Doce?
¿Dónde vas, triste de ti?
Voy en busca de Mercedes
que hace tiempo no la vi.
Tu Mercedes ya se ha muerto
muerta está que yo la vi
cuatro duques la llevaban
por las calles de Madrid.
Así, la gracia literaria se complementa con la gracia de encontrar la historia de lugares que nos son conocidos. Por eso, lo disfrutará más un madrileño, o al menos un español, que un extranjero.

Por ultimo, cabe mencionar los tintes religiosos de las leyendas y anécdotas que se recogen, porque Madrid era, y en cierta medida sigue siendo, una ciudad de espíritu cristiano. No obstante, no se confunda religioso con fiel o piadoso: en las historias de vírgenes, curas y monjas, estos no son siempre inocentes.

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